Miedo y deseo con Jesse Charif y Parker Marx en “SWEAT” | Noel Alejandro
Mullen no supo decir por qué había abierto la puerta a un completo desconocido que se hacía pasar por amigo de un amigo suyo. Al final ni las advertencias que recibió de pequeño de que no subiera a coches de extraños ni todo lo que había visto en sus estudios de violencia dentro de las películas, le había servido de nada. Ahí estaba, quitando el cerrojo, dejando pasar a un extraño que iba vestido de ciclista y que necesitaba con urgencia ir al baño.
Sí supo bien lo que sintió al dejarle pasar y verle el paquete, con la polla y los huevos bien marcados. Era una mezcla de sentimientos, entre miedo de lo que podría pasar y lo mucho que le gustaría quitar el traje a ese maromo y comerle la polla a bocados. Acababa de cometer una locura por estar cachondo, que podría tener consecuencias inesperadas.
Pasó por varios estados mientras el chaval estaba desalojando la minga en el retrete. Casi que se lo imaginó saliendo con la polla dura por la puerta. Pero de repente, cuando Christen salió y, en lugar de marcharse, se quedó allí de pie charlando con él, su lado cachondo dejó paso al miedo, puso distancias y se le bajó la líbido al instante.
Le ofreció un vaso de agua por ser cortés y por convencerse a sí mismo que no iba a pasar nada, pero cuando le vio mirando las paredes y los cuadros, supo que algo no estaba bien en toda aquella situación. El chaval lo siguió hasta la cocina y en un ataque de pánico Mullen intentó salir corriendo, pero Christen se abalanzó hacia él para no dejarlo avanzar.
Al final su deseo se iba a convertir en realidad, pero no esperaba que incluyese una gran pizca de miedo. De una u otra forma, ese tio iba a acabar follándole el culo, así que por qué no conservar la calma. Logró convencerle de que lo mejor para ambos sería hacerlo bien, de forma consentida, disfrutando más. Calmó a la fiera con temple, besos y caricias.
De nuevo el miedo dio paso a la lujuria, cuando Christen se bajó los tirantes del peto de ciclista y dejó salir su larga, gorda y apetitosa banana. Mullen casi se corre de gusto y tuvo que contener las ganas durante los siguientes instantes en que se dedicaron unas pajillas cruzadas. Después Christen le dio un giro a lo bestia y le sentó sobre sus piernas mientras le pajeaba bien duro, casi a punto de sacarle la leche.
Le hizo sacar su mejores juguetito del cajón, lo lubricó a conciencia y le abrió el ojete antes de meter su polla dentro de él, acoplándose por detrás como un perro en celo. Mullen se dio la vuelta. Antes de que el miedo volviera a inundarle, una vez se hubieran corrido, quería disfrutar de su última follada.
Se abrió de piernas para ese machote al que había deseado nada más abrirle la puerta y le animó a meter el rabo más a fondo posándole las manos en la espalda y su precioso culo de deportista. De esta guisa, se pegó el que creía que era su último pajote y dejó que ese hombre se pajeara sobre su cuerpo y le dejara el torso pringado también con lefa.
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